Residuos sólidos urbanos: esa persistencia en el ecopostureo

Mañana del 1 de enero. Breve recorrida por las calles de la localidad donde vivo. Puntos de destino de los residuos atestados, atiborrados. Los observo con una mueca de fastidio y otra de resignación: no hubo, como sucede desde tiempos inmemoriales, una estrategia que tienda a morigerar, atemperar o mitigar esta situación que resulta ya parte del paisaje cotidiano luego de los feriados.

Siendo realistas, en una sociedad de consumo, capitalista y globalizada, generadora de residuos que son parte de estrategias comerciales, la gestión de éstos debería ser una pieza nodal. Y si lo fuera, no estaría a cargo de advenedizos, que "toquen de oído": sería un engranaje muy aceitado dentro de las propias estructuras del estado municipal. Como muestra, bastaría con recorrer la formación de quienes son responsables de organismos ambientales a nivel nacional, provincial y también en los gobiernos municipales: podrán decirme que las "cabezas" de los Ministerios, Secretarías y otras dependencias son políticas, que la formación no define la capacidad de gestión, entre varios etcéteras... pero una breve recorrida por los problemas ambientales a lo largo del terrritorio nacional durante 2022 pondría en cuestión tal probidad. 

Para ser honesto, no conozco profundamente tal estructura a nivel local: sólo puedo guiarme por lo que aparece, incansable y denodadamente, publicitado en las redes oficiales del estado municipal. Allí (como en muchos municipios de la provincia) pululan ¿iniciativas políticas? ¿estatales? ¿extensiones de programas más abarcativos, que trascienden lo local? sobre la selección y recolección diferenciada de residuos, sólo por mencionar una. Puntos verdes de vida efímera (como el que supieron colocar en el playón de estacionamiento de un autoservicio local, que desapareció tan misteriosamente como irrumpió) jalonan, como hitos insoslayables, tales iniciativas. Desde los poderes locales dirán que son focales, pruebas piloto, que la gente no acompaña, que carecemos de un importante renglón cultural para llevar adelante tal proyecto, que son producto de proyectos de agrupaciones políticas no directamente vinculadas el Ejecutivo local, que lleva tiempo, entre muchas otras explicaciones que puedan ensayarse. La realidad, desde mi punto de vista, es que se trata de iniciativas dentro de aquello que los españoles llaman ecopostureo. Utilizando expresiones vernáculas, podríamos definirlo como eco-careteo. Se publicita en las redes (que pareciera crean una realidad paralela y son, también en cuestiones ambientales, la envidia de Aldous Huxley y su hipnopedia en Un mundo feliz) y se da por sentado que funcionan de maravillas. El símbolo de Instagram parece hacer las veces de la T: bajo su égida, no sólo el mundo parece feliz sino que también vivimos en un ambiente sano, saludable, con políticos y administradores que hacen todo lo que está a su alcance para garantizar (tal como exigen nuestras Constituciones nacional y provincial, que no pasan de moda por cierto) un entorno físico - cultural adecuado. 

Resulta obvio que toda actividad humana (mucho más, como dije, en una sociedad de consumo, capitalista y globalizada) causará impactos. En sí, la propia lógica sistémica nos deja (cuanto menos en lo inmediato) poco margen para modificar rápida y radicalmente esos impactos: se han escrito, debatido y argumentado estas cuestiones hasta el hartazgo. Lo realmente trascendente es qué hacemos con esos impactos, cómo los gestionamos, de qué manera generamos condiciones para transitar (muy de a poco y en forma genuina) un camino alternativo. La gestión de los residuos sólidos urbanos vuelve a mostrarse aquí como una cuestión relevante, imprescindible. Y los responsables políticos (oficialistas, opositores, conscientes, inconscientes, comprometidos, advenedizos) debieran tomar el desafío como algo primordial: la relevancia se muestra en las pequeñas acciones, en las micro-decisiones. Como hace ya varios años en esta localidad, no prever la afluencia de una cantidad importante de personas en estas fechas (con el consecuente crecimiento de residuos generados) podría considerarse una imprevisión, un síntoma de ignorancia...o simple desinterés. Mientras en las redes se muestra una pléyade de imágenes con gente sonriente, "militando" cuestiones ambientales, la sola observación de los cestos que el municipio dispone en la ruta dan un cachetazo (aunque muchos no despierten) a cualquier postureo sentimentalista. Militemos o no, los problemas están allí: hace falta gestión, con participación comunitaria y un claro direccionamiento político que no deje de lado la idea de bien común, largo plazo, normas claras y un fortalecimiento del lazo social a través de una muestra contundente de responsabilidad de quienes gobiernan, traducida en un compromiso que trasciende las administraciones concretas. Y cuidado: la militancia no es un término que se vincule per se a un partido o facción política, tal como, antes de la modernidad y nos diría Foucault, las palabras y las cosas tendrían una asociación filial, oculta o evidente pero inexpugnable. Por acción u omisión, las cuestiones ambientales (como la profusión de residuos sólidos urbanos, su falta de tratamiento, los diferentes tipos de contaminación resultantes) resultan, en sus concreciones políticas, de la adhesión a determinadas ideas o argumentos (tanto de oficialistas como de opositores) que trasuntan en consecuencias territoriales concretas. Y vaya si esas montañas de residuos, a la vera de la ruta provincial 11, lo son...

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